Giornale Roma - Aterrados por las redadas, los migrantes de Los Ángeles se encierran en casa

Aterrados por las redadas, los migrantes de Los Ángeles se encierran en casa
Aterrados por las redadas, los migrantes de Los Ángeles se encierran en casa / Foto: Patrick T. Fallon - AFP

Aterrados por las redadas, los migrantes de Los Ángeles se encierran en casa

Desde hace más de un mes, Alberto vive encerrado en el pequeño cuarto que alquila en Los Ángeles. Por miedo a encontrarse con los agentes de migración, ni siquiera ha salido a hacer las compras.

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"Es terrible", suspira este salvadoreño de 60 años, sin visa para permanecer en Estados Unidos. "Es un encierro que no se lo deseo a nadie".

Para sobrevivir, el hombre se apoya en una organización que le lleva alimentos dos veces por semana.

"Me ayuda muchísimo, porque si no tengo esto (...) ¿cómo voy a comer? No tengo trabajo", dice Alberto, quien por temor se identifica con un seudónimo.

En la arremetida anti-inmigración de comienzos de junio en Los Ángeles cientos de personas, en su mayoría latinos, fueron detenidas en las calles, o en lugares de trabajo como autolavados, ferreterías y fincas agrícolas.

Videos en redes sociales mostraron a agentes enmascarados y armados ensañarse con los migrantes. La aparente brutalidad y arbitrariedad de las operaciones desató una ola de protestas en Los Angeles, algunas de las cuales terminaron en actos de violencia y vandalismo.

Con el argumento de que la ciudad sucumbía al caos, el presidente Donald Trump envió a cientos de marines y efectivos de la Guardia Nacional, a pesar de que las autoridades regionales y locales afirmaban tener la situación bajo control.

Una redada en un autolavado, en la que que varios de sus amigos fueron arrestados y luego deportados, dejó a Alberto atrincherado en su habitación y ya no volvió al trabajo.

A pesar de ser prediabético, duda de ir a su próxima cita médica. Solo sale para estirar las piernas en el pasillo que lleva a su cuarto.

"Estoy muy estresado. Me duele la cabeza, el cuerpo", se queja Alberto mientras lamenta no poder trabajar.

Hace quince años que está en Estados Unidos y piensa que este segundo mandato de Trump "es lo peor de todo".

- "Pueblo fantasma" -

Trump regresó a la Casa Blanca gracias, en parte, a su discurso en contra de la inmigración. Pero su ofensiva en Los Angeles, donde hay cientos de miles de trabajadores indocumentados, sorprendió a la ciudad.

El miedo a las redadas en los lugares de trabajo o en las paradas de autobús se expandió.

En junio, el uso del sistema de transporte público cayó 13,5% en comparación con el mes previo.

"Cuando manejas en ciertos vecindarios, a veces parece como un pueblo fantasma", describe Norma Fajardo, de CLEAN, una oenegé que agrupa a trabajadores de autolavados.

El grupo, junto con otras organizaciones, ayuda con donaciones de comida a aquellos que se escondieron en sus casas.

"Esto es muy necesario", refiere Fajardo, una estadounidense de 37 años que considera la situación como "muy triste e indignante".

"La gente debería poder ir a su trabajo sin temor a ser secuestrada", sostiene.

En junio, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) arrestó a más de 2.200 personas en el área de Los Ángeles, de acuerdo con documentos analizados por AFP. Un 60% de ellos no tenía antecedentes penales.

- "Nueva normalidad" -

El Congreso acaba de aprobar enormes recursos financieros para el ICE, incluyendo 30.000 millones de dólares destinados a la contratación de 10.000 agentes adicionales para operativos de detención y deportación.

Por esto, Fajardo cree que la arremetida no va a parar.

"Parece la nueva normalidad", dice. "La primera vez que supimos de una redada en un autolavado nos sentimos en una situación de emergencia. Recién ahora comenzamos a aceptar que tenemos que hacer planes a largo plazo", explica.

Las donaciones de alimentos también se volvieron esenciales para Marisol, una hondureña que ha pasado semanas confinada en su apartamento con doce familiares.

"Le damos gracias a Dios constantemente (...) porque ha sido un gran alivio", dice la mujer de 62 años que no ha ido a misa en este tiempo.

Ella también se identifica con un seudónimo y tapó sus ventanas con cortinas para bloquear la visibilidad desde afuera.

Le prohibió a sus nietos abrir la puerta y se preocupa mucho cuando sus hijas van a trabajar algunas horas para cubrir los gastos básicos.

"Siempre que ellas salen también pido a Dios que regresen, porque no se sabe, ¿verdad? Es aquella incertidumbre", comenta.

Marisol huyó de Honduras hace 15 años con su familia por temor a que una pandilla reclutara a sus hijos.

Pero ahora se preguntan si vale la pena seguir en Estados Unidos.

"Mis hijos ya me han dicho: 'Mami, a veces yo preferiría irme a Europa'".

R.Tedeschi--GdR