

La capital petrolera de California espera un renacimiento bajo el mandato de Trump
Cada cinco años, la ciudad de Taft, epicentro de la fiebre del oro negro en California, regresa a sus días de gloria durante el festival "Oildorado".
Miles de personas acuden a su desfile de vaqueros a caballo, autos antiguos y carrozas con bombas de extracción de petróleo: un guiño al Lejano Oeste de antaño.
Pero este año, nueve meses después del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, el tono de la celebración pasó de la reminiscencia al renacimiento.
Ajeno a las preocupaciones sobre el cambio climático, el presidente estadounidense apuesta a los combustibles fósiles con el objetivo declarado de eliminar los "impedimentos" a la producción energética nacional.
Algunos de los 7.000 residentes de Taft anticipan la recuperación de la industria petrolera en California, en contra de los objetivos climáticos del estado, que se ha comprometido a abandonar la perforación petrolera para 2045.
"Estoy 100% satisfecho con el presidente Trump", declara Buddy Binkley a la AFP, una opinión minoritaria en un estado de mayoría demócrata. "Está presionando mucho para que se reconsideren los prejuicios contra el petróleo".
A sus 64 años, este exempleado de Chevron luce una gorra roja con la leyenda "Make Oil Great Again" (Hagamos que el petróleo vuelva a ser grande), un juego de palabras con el lema MAGA de Trump y un eslogan que apareció en varias carrozas del desfile.
"La industria petrolera en California está sufriendo por razones políticas", asegura Binkley. Pero con Trump en el poder "podría volver a ser como antes".
- "Grandes esperanzas" -
Ubicada a unos 200 kilómetros al norte de Los Ángeles, Taft se fundó en 1910 sobre el yacimiento petrolífero más extenso de California.
Actualmente, el condado de Kern, donde se encuentra Taft, contribuye con más del 70% de la producción petrolera total de California. Su paisaje rural está salpicado de miles de bombas de petróleo.
Una gigantesca torre de perforación petrolera de madera sirve como punto de referencia en Taft, que financia sus escuelas, departamento de bomberos y policía con los ingresos del petróleo.
En el festival, los asistentes eligen la "Reina de Oildorado" mientras compiten por el título de mejor soldador, operador de grúa o retroexcavadora.
Pero tras esta fachada de pompa y orgullo, la ciudad está en declive.
La producción petrolera de California ha ido disminuyendo desde la década de 1980 y en los últimos años se vio afectada por la presión hacia formas de energía más limpias. Algunos residentes se mudaron a Texas, donde la perforación está más permitida.
Muchos en Taft están encantados con Trump por retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, eliminar las barreras a la perforación en tierras federales y ofrecer miles de millones de dólares en exenciones fiscales a la industria petrolera.
"Tengo grandes esperanzas", asegura Dave Noerr, el alcalde de Taft. "Tenemos todas las materias primas. Íbamos por mal camino, ahora tenemos un liderazgo que liberará nuestro potencial".
- "Anclados en el pasado" -
El gobierno de Trump recortó radicalmente los fondos federales para energías renovables y ciencia sobre el clima y quiere despojar a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de su facultad para regular las emisiones de gases de efecto invernadero.
Al igual que el presidente, Noerr se muestra escéptico respecto al "cambio climático", entre comillas. "Necesitamos cuestionar la narrativa y actualizarla con la ciencia existente", dice.
Sin embargo, California es cada vez más vulnerable a las condiciones climáticas extremas producidas por el calentamiento global. A principios de este año, 31 personas murieron en Los Ángeles en incendios forestales propagados por ráfagas huracanadas de 160 km/h.
"Si todos se comportaran como Estados Unidos, el mundo estaría camino de un calentamiento de 4° C para 2100", afirma Paasha Mahdavi, politólogo especializado en política ambiental de la Universidad de California en Santa Bárbara.
El condado de Kern, donde la agricultura sigue siendo la principal fuente de empleo, "se vería drásticamente afectado por el aumento de las sequías y las olas de calor", añade.
Estas perspectivas preocupan a Taylor Pritchett, una peluquera canina de 31 años alarmada por la contaminación atmosférica.
"Si tuviera un hijo, no querría criarlo en el condado de Kern", explica. "Necesitamos alejarnos de los combustibles fósiles". Pero en Taft, "estamos anclados en el pasado, muy reacios al cambio".
C.Ricci--GdR