Giornale Roma - Indígena tiñe de verde el desierto de Lima con una "selva escondida"

Indígena tiñe de verde el desierto de Lima con una "selva escondida"
Indígena tiñe de verde el desierto de Lima con una "selva escondida" / Foto: Ernesto BENAVIDES - AFP

Indígena tiñe de verde el desierto de Lima con una "selva escondida"

En la ladera de una colina, en uno de los barrios más áridos y pobres de Lima, se alza un frondoso bosque. Esther Rodríguez, una indígena migrante, ha cultivado por años este oasis en la capital peruana, considerada la más desértica del mundo después de El Cairo.

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Rodríguez llegó a este lugar en la década de los ochenta tras huir de su natal Ayacucho, en la sierra sur de Perú, entonces azotada por el conflicto armado con la extinta guerrilla de Sendero Luminoso.

Movida por la nostalgia, quiso recrear el verde de su tierra.

Hoy, a sus 85 años, es el alma de este singular bosque urbano de 4.000 m² —casi la mitad de un campo profesional de fútbol- en el corazón del distrito de San Juan de Lurigancho.

"Me gusta vivir rodeada de mis plantas", se regodea Rodríguez, una anciana de amplia sonrisa, en entrevista con la AFP.

Este paisaje con más de cien especies, incluidos árboles frutales y plantas medicinales, creó un llamativo microclima en Lima, ciudad de 10 millones de habitantes y una de las más contaminadas de América Latina.

San Juan de Lurigancho, con 1,2 millones de habitantes, es a su vez el distrito más poblado y poluído, principalmente por su parque automotor obsoleto, según un estudio del Instituto de la Naturaleza, Tierra y Energía de la Universidad Católica.

Rodríguez recuerda que mientras sus hijos iban a la escuela comenzó a sembrar plantas en su terreno rocoso, un refugio que se popularizó como una "selva escondida".

- "Cubos de agua"

En este oasis de flores, plátanos, mandarinas, aguacates y maracuyá zumban las abejas y revolotean las mariposas. Cerca, en un estanque lleno de peces, un colibrí se acicala.

Antes "no había nada ni nadie en los cerros, así que poco a poco empecé a cargar cubos de agua", para nutrir el naciente verde, sostiene Esther.

Esther no se amilanó y pudo abrir tres pozos que hoy se conectan a la red de suministro de Lima. En la capital, el 6% de la población no tiene aún acceso al agua potable, según estadísticas oficiales.

Cuatro de sus hijos ahora gestionan y mantienen la selva escondida, que desde 2020 recibe visitantes, especialmente escolares.

"Queremos que este lugar sea una fuente de inspiración", explica una de las hijas de la octogenaria, también llamada Esther.

Abrirlo al público ha revitalizado la zona: se crearon senderos e instalaron bombas eléctricas para mejorar el riego, entre otras cosas. Cada visitante debe pagar seis soles (1,60 dólares).

Más allá del aspecto turístico, la iniciativa también ofrece beneficios ecológicos.

Esta casi media "hectárea de bosque regula la temperatura y la humedad y mejora las condiciones sanitarias, especialmente en una zona donde las enfermedades respiratorias son comunes", señala Fernando Regalo, ingeniero forestal de la ONG Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sustentable (FCDS).

Y la familia que cuida este oasis todavía tiene una parcela por sembrar.

"Se siente como si estuvieras en la selva, con los sonidos, los animalitos, los pájaros y los árboles", se entusiasma Constantina Zevallos Mora, una de las visitantes del lugar.

G.Brambilla--GdR